Hace poco leí una noticia que estremeció mi corazón. El número de niños maltratados en nuestro país subió alarmantemente durante este tiempo de pandemia. Mi corazón se destrozó al imaginar miles de hogares de paredes estrechas, con incomodidad, hambre y desorbitante desesperación por el miedo y la escasez de dinero.
Imaginé todos los problemas que rondan la mente de una madre o un padre con o sin trabajo. Todas las inquietudes, incomodidades y tristezas no escuchadas ni resueltas de los niños, esos seres tan frágiles que también han sufrido mucho estos meses. Imaginé el hambre que se apodera de todos, el intenso calor o el frío inclemente, el peso de estar encerrados durante meses, de no ver a los amiguitos de la escuela, de no tener a la profe que con suerte, puede advertir señales de maltrato.
Lo más triste de esta noticia que les cuento no es únicamente que los niños recibieron golpes físicos y verbales. Lo que me destroza es que esos golpes impulsivos, desesperados, llenos de ira y odio, ocasionaron la muerte de muchos menores. Hasta lo que llevo la cuenta son alrededor de 80 en nuestro país, en lugares muy cercanos y cotidianos a nosotros. Los pequeños que mueren tienen un promedio de edad de meses de vida hasta los 9 años.
¿Les es fácil imaginar esto: niños asesinados a golpes por sus propios padres? ¿Les es fácil cuantificar cuántas golpizas sucedieron antes de la que produjo su muerte…? ¿Cuántos gritos callados con más golpes, cuántas lágrimas y cuánta sangre derramada, cuánto terror de los otros hermanos que presenciaban estas escenas de pánico sin poder hacer nada.
Y también cuánto tuvo que pasar ese padre y esa madre, desde su propia niñez, para reproducir la violencia que seguramente recibieron.
Y frente a estas cifras y estos hechos, yo me pregunto: ¿Qué tan fácil nos resulta seguir nuestras vidas como si nada pasara después de saber que suceden estas cosas terribles e irreparables?
Muchos me dirán. Es que no podemos hacer nada. Es muy triste, pero no podemos hacer nada.
Y YO HOY LES DIGO que esa es una mentira. Que todos SIEMPRE PODEMOS HACER ALGO.
De acuerdo a datos del ECU 911, entre marzo y diciembre del 2020 se registraron 79.946 llamadas relacionadas con violencia intrafamiliar en todo el territorio ecuatoriano.
Y el objetivo del reto Farola que hemos iniciado en marzo es invitar a todos nuestros amigos, clientes y familiares a no quedarse impávidos ante el maltrato que ocasiona desgracia y muerte.
Hoy les invito a cambiar el mundo junto a nosotros. (Se que no se puede cambiar todo, pero sí se puede cambiar lo que nos corresponde: nuestro metro cuadrado en la casa y en el trabajo). Se van a sorprender lo sencillo que resulta si empezamos a aplicar esta herramienta con decisión, voluntad y disciplina: nuestro lenguaje.
No solo las armas y el dinero tienen poder. Todos contamos con la capacidad de elegir cómo usar una herramienta poderosa: nuestras palabras.
¿Recuerdan los niños maltratados y muertos a golpes que les conté? Con ese ejemplo en mente, ¿qué creen que es lo contrario al odio y a la violencia que ellos recibieron?
El amor y el respeto
Preguntémonos ahora: ¿queremos crear violencia o amor en nuestras vidas?
Preguntémonos también: ¿cómo tratamos a los vecinos, a los compañeros de trabajo, al empleado, al proveedor, al subalterno, al hermano, al hijo, al esposo... a uno mismo?
Estoy segura que todos queremos vivir en un mundo mejor, con menos problemas, sin corrupción y con muchas más oportunidades para salir adelante. Pero, ¿qué realmente hacemos para lograrlo? Tristemente, la mayoría de veces vivimos culpando a cualquiera de lo que ocurre y no nos regresamos a ver lo que producimos con nuestros pensamientos y palabras en quienes más cerca están de nosotros.
Es por esto que este mes de marzo nos proponemos poner un alto al hábito de usar inadecuadamente nuestro lenguaje. Queremos aprender a ser más positivos y constructivos en lo que decimos y pedimos al otro. Queremos dejar a un lado ese maltrato que también producimos y que se desencadena en ira, resentimiento, frustración que origina sufrimiento y más maltrato. Con consecuencias desastrosas como las que les comenté al inicio.
Comprendamos que absolutamente cada uno de nuestros actos tienen efectos sobre los demás. En las empresas muchas veces invertimos grandes cantidades de dinero en publicidad y marketing externo y hoy les pregunto: ¿cuánto invertimos en escuchar a nuestros trabajadores, en apoyarlos emocionalmente para que tengan más bienestar en sus propias vidas y como efecto construyan mejores hogares y sean más eficientes en sus trabajos?
Hay miles de cosas por hacer y nosotros estamos dispuestos a dar el primer paso. Este mes hablaremos de cómo podemos observarnos y mejorar nuestra forma de expresarnos y también de escuchar y entender a los demás. Estamos dispuestos a crear armonía en los diálogos sencillos que tenemos a diario en la oficina y en la casa. Nada más práctico para cambiar el mundo, ¿verdad?
¡GRACIAS por acompañarnos y sumarse!
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